miércoles, 21 de mayo de 2008

Manolo

Manolo tiene una tienda de alimentación en frente de la biblioteca. En época de exámenes le visito en los descansos y hablamos de fútbol, ciclismo, chicas y tetas (sí, tetas). Yo no tengo ni puta idea de ciclismo, así que simplemente asiento con la cabeza a lo que me cuenta. Al parecer le gusta un tal Eddy Merckx que fue el Dios de las dos ruedas en sus tiempos, ganó un montón de títulos y ahora sus hijos viven de ello.

Manolo se queja y emite un espontáneo pero más que sincero "Pero ¿cómo vais a aprobar en junio?, si es que mira qué vestiditos me traen" a lo que le sigue un "Ay, ay ay..." de lo más húmedo.

Manolo es un viejo verde de 70 años que derrocha simpatía. Vende bollos, chucherías, leche, zumos, frutos secos e incluso ilusión. Manolo regala chistes e historias de cuando estuvo viviendo en París si le pillas en un buen día. Presume de que ni una se le resistía. Yo, (con el Erasmus a la ciudad de la luz frotándose las manos a la vuelta de la esquina), escucho a ver si se me pega algo de su Alfredolandismo. Es un hombre sabio, verdequetequieroverde, sí, pero sabio. Manolo también vende Coca-Cola Light importada de Alemania, nadie sabe por qué solo ese tipo de Coca-Cola lleva los ingredientes escritos en aleman. Lo que todo el mundo sí sabe es que los Donuts, croissants y palmeras de chocolate que tiene expuestos en el mostrador que da a la calle están más secos que la mojama. Aún así hay quien que los pide con la ilusión de que ese día haya renovado, ilusos.


Luis.