
Mañana tengo examen de Tecnología de Radiocomunicaciones o Microondas, para que nos entendamos. El examen es a las 9 de la mañana y estoy de lo más tranquilo. Me desperté más tarde que otros días y cuando miré al exterior por entre los huecos que deja mi vieja persiana de madera, vi que ya era de día y la ciudad estaba envuelta en un extraño ambiente primaveral...parecía como si enero le hubiera robado de la cartera unos días a sus primos abril y mayo. Parecía como si alguien tuviera raptada a la señora lluvia y al señor frío y no tuviera intención de soltarles jamás. En época de exámenes prefiero el mal tiempo, prefiero los días nublados...Así cuando estoy frente a los libros y miro por la ventana, parece mejor idea intentar comprender el mundo a ritmo de bic y formulario que salir a sufrir el temporal de turno.
Duré una triste hora y media en la biblioteca. Miré el reloj que custodia la sala de estudio y pensé que no merecía la pena seguir repasando...pensé que (siempre optimista) mañana aprobaría. Tomada la decisión de dar carpetazo a la asignatura decidí salirme a uno de los bancos de piedra que están el el jardín de la Universidad. Me quité el jersey, cerré los ojos y me dejé resbalar por el asiento con los codos apoyados en el respaldo. Con el sol como único compañero me lo pasé en grande y me dediqué a viajar por el mundo sin moverme del lugar. Me dediqué a buscar momentos imaginados, momentos con los que sueño cada noche como otros buscan atardeceres, olas gigantes o tréboles de cuatro hojas, cosas así, raras. Pronto quedó claro que aquella mañana me había despertado con la brocha y disfrazado de pintor parisino dibujando en el cielo eso, sueños.
Un beso
Luis.
Duré una triste hora y media en la biblioteca. Miré el reloj que custodia la sala de estudio y pensé que no merecía la pena seguir repasando...pensé que (siempre optimista) mañana aprobaría. Tomada la decisión de dar carpetazo a la asignatura decidí salirme a uno de los bancos de piedra que están el el jardín de la Universidad. Me quité el jersey, cerré los ojos y me dejé resbalar por el asiento con los codos apoyados en el respaldo. Con el sol como único compañero me lo pasé en grande y me dediqué a viajar por el mundo sin moverme del lugar. Me dediqué a buscar momentos imaginados, momentos con los que sueño cada noche como otros buscan atardeceres, olas gigantes o tréboles de cuatro hojas, cosas así, raras. Pronto quedó claro que aquella mañana me había despertado con la brocha y disfrazado de pintor parisino dibujando en el cielo eso, sueños.
Un beso
Luis.