
A mis diecionce tacos enamorarse más de la cuenta es una mala inversión. Una autopista llena de peajes, de baches, de conductores suicidas y curvas contraperaltadas que te sacan violentamente del camino y te dejan tirado en la cuneta a la primera de cambio. El chaleco amarillo reflectante sirve de poco en estos casos…los camiones te pasarán por encima sin que tú te des ni cuenta. A mis diecionce conduzco con cuidado pero arriesgo cada vez que puedo, supongo que hay cosas que no se pueden evitar. Ser fijo en una empresa pudiendo tener un máster en lencería…renunciar a unos labios abiertos... Este año tomé lecciones de amor, si es que el amor es algo que se aprenda con el tiempo, que siga unas pautas, unas reglas, que sea algo que no se nos escape por completo a nuestro control. Aprendí que el deseo no tiene horarios, que el amor no tiene por qué tener curvas de mujer y vestir de tacones y falda incluso en invierno. Que el amor tiene pelos en las piernas y nombre varonil dicho con voz ronca. Que el amor, en definitiva, también son los amigos, las hermanas (mi hermana), la familia y el gusto por lo que haces para sentirte útil.
Síndrome Peterpanesco post-adolescencia, pre-década de oro (eso dicen). Que no suenan igual diecinueve que veintiuno o veintidós. Que la barba desde hace bastante tiempo dejó de ser un símbolo de madurez. Que antes cambiaba de cuchilla una vez cada ‘soloDiossabecuando’ y ahora a las primeras de cambio me confunden con un ‘hombre’…já! En las manos que llevo jugadas a la partida de póker que es la vida, siempre se me repartieron buenas cartas, no me quejo…y la banca, la banca pierde y yo gano. Ahora empieza lo serio de verdad, ahora empiezas a jugarte la boca y dejas las timbas de poca monta para unirte a un juego más despiadado si cabe, en el que las señas a tu compañero de partida no sirven.
A mis diecionce desnudo la realidad para encontrar el hueso de cereza que es la duda. Pregunto, busco y encuentro respuestas. Todavía tengo dudas, inquietudes…y para mucho tiempo. Todo esto se traduce en ganas de más. Sin duda estoy vivo.
El tiempo me regaló veintiuna primaveras y yo le robé todas las noches que llevaba en el bolsillo de su ya desgastada chaqueta de pana. Éstas me las guardo para mí y ya decidiré yo cuándo quemarlas. El año pasado quiso quitarme uno de estos abriles y tornarlo frío y seco, pero no, yo no le dejé. Para pícaros yo, que si hay algún cleptómano de los minutos y los segundos siempre estaré por delante suyo…viviéndolos antes, más y mejor.
Felices 21 Luis.